Resulta escueto hablar del último instante de la vida de Maximiliano sin hablar antes del ex sargento polaco Franciszek Gajowniczek «pronunciado Franc
«Yo era un veterano en el campo de Auschwitz; tenía en mi brazo tatuado el número de inscripción: 5659. Una noche, al pasar los guardianes lista, uno de nuestros compañeros no respondió cuando leyeron su nombre. Se dio al punto la alarma: los oficiales del campo desplegaron todos los dispositivos de seguridad; salieron patrullas por los alrededores. Aquella noche nos fuimos angustiados a nuestros barracones. Los dos mil internados en nuestro pabellón sabíamos que nuestra alternativa era bien trágica; si no lograban dar con el escapado, acabarían con diez de nosotros. A la mañana siguiente nos hicieron formar a todos los dos mil y nos tuvieron en posición de firmes desde las primeras horas hasta el mediodía. Nuestros cuerpos estaban debilitados al máximo por el trabajo y la escasísima alimentación. Muchos del grupo caían exánimes bajo aquel sol implacable. Hacia las tres nos dieron algo de comer y volvimos a la posición de firmes hasta la noche. El coronel Karl Fritzsch volvió a pasar lista y anunció que diez de nosotros seríamos ajusticiados«.
El papa Pablo VI declaró beato a Maximiliano Kolbe en agosto de 1971. Finalmente, en 1983 Juan Pablo II lo declaró santo. En ambos eventos estuvieron presentes Francizek Gajowniczek y su familia.
Maximiliano murió como un hombre de verdad; ofreció su vida por la salvación de alguien más, como lo hizo Nuestro Señor. Quien sería llamado «el mártir de la caridad» por Pablo VI, encarnó el texto del Evangelio de Juan (15:13): «Nadie tiene más amor que quien da la vida por sus amigos«.