Para estar eufórico y contento no es necesario tomar alcohol

Confesiones de un ex alcohólico

Para estar eufórico y contento no es necesario tomar alcohol

• Eduardo confiesa que su debut oficial al mundo del alcohol fue a la edad de 13 años. Reconoce, quizás por la ausencia paterna o por una admiración ferviente, que empezó a imitar los pasos de un amigo mayor que él.

 /Por Ricardo Contreras Reyes/

Chihuahua. Chih.- Las palabras de su madre fueron proféticas: ¡No sigas los pasos de tu padre!

Pero Eduardo, hizo caso omiso del consejo y se dejó llevar por los placeres del Dios Baco.

Desde muy niño, a los 10 años de edad, experimentó los efectos de las bebidas etílicas. Por eso su madre insistía que no siguiera los mismos pasos de su padre, un hombre con problemas de alcoholismo que se la pasaba siempre en las cantinas.

Eduardo confiesa que su debut oficial al mundo del alcohol fue a la edad de 13 años. Reconoce, quizás por la ausencia paterna o por una admiración ferviente, que empezó a imitar los pasos de un amigo mayor que él.

“Lo imitaba en todo, en su forma de beber, en forma de encender un cigarrillo, creo que el medio en el que me movía influyó mucho en mi persona”, asegura.

Con 38 años de edad, Eduardo asegura que tomar le producía una sensación de seguridad, pero al día siguiente, la cruda moral siempre lo atormentaba.

“Era una persona muy vergonzoza, tenía cruda moral,  cada vez que me emborracha, al día siguiente me asomaba por la ventana a checar si no había chocado la troca (camioneta), revisaba la cartera para saber si aún tenía dinero, o me quedaba a recordar si había ofendido a alguien”, refiere este exalcohólico de 38 años de edad.

Sin duda, la cruda moral le pesaba.

Así transcurrió su tren de vida, en medio de amigos que lo inducían a tomar, que lo invitaban a las reuniones y fiestas. Tomar cerveza se le hizo una necesidad.

Pero esa necesidad le acarreó nuevos problemas, con su esposa, con su familia, con sus compañeros de trabajo.

En una ocasión, su hermano mayor lo enfrentó y le reclamó por su manera de beber. Sus palabras le sirvieron para reflexionar sobre la necesidad de buscar ayuda profesional.

Totalmente decidido, le dijo a su esposa que estaba decidido a asistir a un Centro de Alcohólicos Anónimos. Curiosamente ese día no pudo hacer la llamada telefónica desde su casa porque se dio cuenta que se lo habían cortado por falta de pago.

Incrédula, su esposa puso en duda la decisión de Enrique. Pero cuando su marido fue a la casa de su hermana a realizar la llamada, se dio cuenta que si era en serio la determinación.

Enrique, penoso e inseguro, eligió el Centro de Alcohólicos Anónimos más lejano de su casa para que nadie se diera cuenta de lo que estaba haciendo.

Pero la decisión ya duró 12 años. A Enrique y a toda su familia, les cambió la vida esta decisión. El alcohol sólo existe en el recuerdo.

“En Alcohólicos Anónimos he vencido mi timidez y todas mis inseguridades”, reconoce.

Enrique dice sin titubeos: “Tengo el derecho de equivocarme, siento arrepentimiento de algunas cosas, me hubiera gustado cambiar algunos pasajes de mi vida pero han servido de ejemplo de enseñanza para mis compañeros en el grupo”.

También descubrió para para estar contento y socializar en una fiesta o reunión, no es necesario estar borracho.

“No hay ninguna necesidad de eso, te lo aseguro”.

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