Mi alcoholismo fue por tradición, en mi familia tomar era lo más común

• Sofía nos narra el infierno que vivió a causa de las drogas y el alcohol
• Los casos de mujeres alcohólicas va en aumento en todo el país, reconoce Lourdes Mendoza, vocera de Alcohólicos Anónimos, Sección México

/Por Ricardo Contreras Reyes/

Con su título de Licenciada en Quiropráctica bajo el brazo, Sofía recuerda el trago amargo de su pasado reciente. Ese alcoholismo avasallador que la orilló a perder la dignidad, la autoestima y el respeto a sí misma.

Considera que ha ganado la batalla y pese a su corta edad (26 años), ha descubierto que su misión en la vida es ayudar a las demás mujeres a evitar que caigan en la tentación del alcoholismo.

¿Qué te ha dejado esta experiencia?, se le cuestiona.

Sofía no lo piensa mucho. Toma un poco de aire y afirma, sin preámbulos, su vivencia dolorosa.

“El sufrimiento que pasé me ha servido para ayudar a las mujeres que tienen problemas con su manera de beber, todo esto lo tenía que vivir para encontrar mi misión en la vida”.

Lo dice convencida, sin aspavientos ni rencores, a pesar de que fue violada por un grupo de supuestos amigos con los que acostumbraba a tomar alcohol hasta perder el conocimiento.

Recuerda que luego de ese trago amargo se sintió con complejo de culpa y exculpó a sus verdugos de esa atrocidad porque su autoestima estaba “por los suelos”, además de que se sentía acomplejada y con una sensación de vacío espiritual.

 A los trece años se inició en ese camino enrejado de fantasías e ilusiones que produce la droga y el alcohol, pero en realidad, su primera copa “copeteada con refresco de cola” se la preparó su padre, que a sus 57 años de vida, sigue hundido en la enfermedad del alcoholismo.

Sofía reconoce que beber y embriagarse era un ejercicio muy común en su familia. Cuando era una niña, veía que todos lo hacían: sus padres, sus tíos, sus primos y parientes cercanos.

“No había fiesta sin alcohol, y no había fiesta sin borrachos. Me acostumbré a ver eso como lo más normal, convivir significaba beber”.

Con cierto rubor, Sofía nos cuenta que en sus maratónicas borracheras llegó a tener lagunas mentales y a perder el conocimiento.

Muchas son las razones por las cuales Sofía “agarró la jarra” desde muy joven. Al principio fue un escape, una salida para evadir la realidad. Pero también insiste en ese vacío espiritual que no lograba llenarlo con nada.

Seguramente la separación de sus padres, cuando ella tenía 9 años de edad, detonó una ola de temores, inseguridades, complejos y pérdida del amor propio.

Hablar de alcoholismo en el sector femenil es algo serio. Los casos de mujeres alcohólicas va en aumento en todo el país, reconoce Lourdes Mendoza, vocera de Alcohólicos Anónimos, Sección México.

Sin mencionar cifras, Lourdes asegura que es alarmante el número de chicas de secundaria que caen en las redes del alcoholismo. “Primero lo ven como un juego, pero a veces se adentran a un laberinto donde se complica retomar el rumbo”.

La causa principal, dice la vocera de Alcohólicos Anónimos, es la desintegración social, los hogares disfuncionales. Ese es el caldo de cultivo para que los chicos no tengan una guía moral, pues muchas se encuentran en total abandono.

El hogar disfuncional donde creció Sofía contribuyó para que se acabaran sus ganas de vivir pues un ambiente de violencia le generó inestabilidad emocional.

“Mi papá me hizo mucho daño, me golpeaba, me corría de la casa porque es alcohólico, ya lo perdoné, porque se que el también tuvo una infancia muy difícil”.

A la vuelta de los años, Sofía se siente renovada, con “nuevos bríos”, con muchas ganas de vivir y con muchas motivaciones.

“Me perdoné a mí misma, pero reconozco que lo más difícil fue perdonar a mi padre”.

Con su título profesional y una pareja estable, Sofía esta dispuesta a enfrentar los nuevos retos de la vida y tiene deseos de ayudar a los chicas con problemas en su forma de beber.

Resuelta para lo que sigue, reflexiona:

“Todo se puede, con la ayuda de Dios y con mucha fe”.